martes, 5 de junio de 2012

Días feriados

El miércoles pasado, día 30 de mayo, se celebró el que el oficialmente se designa como "Día de Canarias". En el Estado Español es costumbre y ley celebrar, durante el año, días oficiales de sus Comunidades Autónomas. Canarias es una de ellas, definida como nacionalidad en su Estatuto de Autonomía "en el marco de la unidad de la Nación española". Lo curioso de España es que es un país en el que el día en el que solemniza su unidad no se suele festejar mucha cosa. Lo habitual es que los días autonómicos sean más sentidos y celebrados que el del propio del conjunto del Estado. Es más, lo natural es leer numerosas consignas contra ese día: el 12 de octubre. Curiosidades de los matices que distinguen las naciones de sus nacionalidades.

En Canarias, el 30 de mayo suele ser un día tan conmemorado como criticado si, sin irnos más allá, atendemos a las entradas que solemos hacer muchos de los canarios en las redes sociales virtuales durante la jornada. Leí opiniones y vítores misceláneos, pero tendientes una polarización clara entre encantados y críticos. Los comentarios encantados expresaban orgullo y los críticos vergüenza de celebrar este día. El orgullo parecía generalmente fundamentarse sobre la oportunidad de exaltar los típicos rasgos atribuídos a la canariedad: el trabajo, la alegría, el sol, los volcanes, el mar, la arena, el timple y los bosques. La vergüenza estaba sustentada por el caracter colonial e impopular de la conmemoración.

Como hasta la fecha no tenía muy claro por qué era este día y no otro el designado oficialmente para celebrar nuestra canariedad, indagué un poco y caí en la cuenta en que se recordaban dos efemérides. Por un lado, oficialmente se conmemora la primera sesión del Parlamento de Canarias en 1983, presidido por Pedro Guerra Cabrera (padre del célebre cantautor Pedro Guerra). Por otro lado, cae la extraña coincidencia de que el 30 de mayo de 1481 Teneso Remidán, Guanarteme de Tamarán-Canaria (actual isla de Gran Canaria), firma la rendición de todas los pueblos de las Islas Canarias a los Reinos de las Españas, ante Fernando el Católico -rey de Aragón- en el pacto de Calatayud. Los críticos afirman que es humillante celebrar lo que claramente es el símbolo de la derrota de la población aborigen canaria ante los colonizadores europeos. Afirman, por tanto, que celebrar el día de Canarias en esta fecha constituye una fiesta colonialista. Pero yo no veo ningún problema en celebrar una derrota. En Catalunya, por ejemplo, la Diada Nacional catalana es el 11 de septiembre, día en que Barcelona se rinde ante la invasión borbónica en la Guerra de Sucesión. Por estos lares, tanto el más soberanista, como el que menos, siente y expresa la satisfacción de festejar el nacimiento de la nacionalidad catalana como respuesta a la opresión monárquica. Lo que si encuentro grave en Canarias es la desvinculación que se hace de la fecha y sus razones. Sin duda, un festejo tan señalado y trascendente para un pueblo debería dejar claro su origen, tal y como lo hacen los estadounidenses con su día de acción de gracias, los mexicanos con su grito o los catalanes con su diada. Tal vez, así sería mucho más fácil ponernos de acuerdo.