martes, 22 de enero de 2013

¿Cuándo?

¿Cómo hemos llegado a todo esto? Esta es la pregunta que todos tratamos de responder. ¿Cómo es que estamos camino de una situación política, social y económica similar a la que veíamos en los telediarios en referencia a los países que pertenecen a lo que muchos interlocutores trasnochados continúan llamando Tercer Mundo? La situación crítica que está viviendo España y Europa (sobre todo del Sur) recientemente está abriendo la caja de pandora del lado oscuro de nuestras banderas monocromos, tricolores, multicolores, rojigualdas, con barras, o con quince estrellas. Últimamente solemos oír, sin acostumbrarnos por ahora, noticias sobre sorprendentes gestiones nefastas e innumerables timos en el plano económico, brotes continuos de casos de corrupción política aquí y allá, con gaviotas, rosas, o símbolos autonómicos, sin prácticamente distinción. Desde hace tiempo ya, el sistema judicial español estaba bajo sospecha ciudadana, pero su eficacia se siente ya perdida debido a ciertos indultos escandalosos, procesos interesadamente eternos, corruptos no culpables, jueces expulsados de la carrera judicial por ir demasiado lejos en los métodos que autorizaron para demostrar la evidencia, presidentes del Consejo del Poder Judicial sin escrúpulos de gastos, y un largo etcétera de despropósitos que están haciendo crecer, sin cesar, un cabreo ciudadano monumental y una desconfianza crónica en todo lo que tiene relación con el poder y/o la dominación. Sobre todo, cuando nuestros Gobiernos no cesan en legislar y ejecutar medidas claramente ineficaces, en su mayoría escandalosas y algunas de ellas incomprensibles en política económica; restrictivas y represivas en cuanto a derechos; regresivas en lo educativo y lo social; y fraudulentas en la sanidad y en la fiscalidad.

Recientemente, cenando con unos amigos, uno de ellos lanzó unas preguntas que ya llevo unos meses escuchando. Creo que sus palabras más o menos fueron: "Veo noticias de burradas por todos lados, políticos corruptos e ineptos y no paran de sacarnos los ojos, ¿por qué no ocurre nada?, ¿por qué nadie se rebela?" Estas preguntas conllevaban unos toques de pesimismo y un puñado de zozobra. Entre los que formamos la gente de a pie (hay quienes nos llaman el 99%), crece y crece un ferviente deseo de un cambio radical, y no hace mucho que se disparó vertiginosamente este anhelo. Aunque hoy tenemos la sensación de que hemos cruzado el punto de inflexión de la indignación colectiva hace tiempo, recordemos que hace menos de dos años que aún pensábamos que esto era solo un bache. Y es precisamente el veloz ritmo en con el que se está impregnando nuestro país de desconfianza hacia lo que llaman "los políticos", lo que no es más que la personificación del poder institucional en cada rincón de España, el fenómeno que nos hace preguntarnos, en lugar de "¿por qué no pasa nada?", más bien, "¿cuándo comenzará el cambio?"

Durante las primeras décadas del siglo XX, especialmente durante los años veinte y treinta existían organizaciones populares, instituciones sindicales y partidos políticos que eran capaces de canalizar la voz de la clase obrera y de los campesinos, pero cerca de cuarenta años de dictadura franquista, alrededor de treinta de democracia insuficiente y veinte de construcción desigual de la Unión European después, las estructuras tradicionales de representación se presentan débiles, poco flexibles y, muchas de ellas, profundamente corrompidas. El amorfo movimiento ciudadano surgido a partir del quince de mayo de 2011 fue capaz de, si no de encender una revolución social, sí de mostrar, con cerca de un mes de detenida labor, el camino y las nuevas formas y vías de organización y comunicación, cuya institucionalización se parece más bien a una extitución. Es sobre la diversidad, sobre el valor de la conexión y el ingenio, la resistencia creativa o el debate sin complejos, la voz y el voto como única arma y el sentido común como método,... Es sobre estas nuevas maneras de entender las relaciones en lo político, donde se está sustentando el cambio de tendencias y son estas formas de ser y hacer desde las que, tarde o temprano, daremos un giro de quizás más de ciento ochenta grados en la manera en la que se organiza el poder en este país. Si hace más de un año y medio se evidenció el dislate de la relación entre las buenas ideas y las rancias maneras del dominio tradicional para tomarlas en cuenta (recordemos la manera en la que el Conseller catalán de Interior, Felip Puig, eligió para acercarse a los acampados), si el actual partido de gobierno en España parece no tener rival, o si su rival parece más bien un aliado, cuando no encontramos muchas plataformas en las que confiar, todo a punta en que este cambio no será pronto. Hacen falta discursos claros y horizontes alcanzables, pero sobre todo, es imprescindible canalizar la voz ciudadana, subvertir la toma de decisiones y no permitir que las buenas ideas sigan tapadas bajo el (no) saber hacer de la mediocridad política y mediática que domina cada cortijo este o aquel pueblo o nación de España.


miércoles, 9 de enero de 2013

Los tuertos

Calle de la Carrera del Escultor Estevez
El pasado mes de diciembre, en mi pueblo, La Orotava, se generó una polémica que sintetiza, a mi juicio, gran parte de las insuficiencias democráticas que están llevando a gran parte de los pueblos de España (al menos) al desconcierto político. Para muchos, esta polémica que trataré de resumir, puede parecer insignificante y hasta insulsa, pero detenidamente podemos ser capaces de identificar los principales rasgos de la insensatez que ha regido la política local de pueblos como el mío durante las últimas décadas. Desde luego, muchos de estos rasgos son también claramente visibles también en una infinidad de localidades canarias y más allá.

Vista del Valle de La Orotava coronado por El Teide
Mi pueblo tiene un casco histórico que es una de sus cartas de presentación más atractivas para el visitante y motivo de orgullo para la mayoría de los villeros. Muchos de sus inmuebles se conservan desde hace más de varios siglos, algunos son incluso considerados joyas de la arquitectura canaria. Sus calles suelen albergar las principales tradiciones locales y son ruta obligada del turista que visita la isla de Tenerife. A pesar de que su perímetro lleva también décadas dotándose de edificios cuyas magnitudes y estéticas van acorde con el tamaño de la burbuja inmobiliaria que ya lleva unos años desinflándose, el Casco conserva un aire de otra época. El verano pasado el Ayuntamiento, gobernado por un alcalde de 78 años, apoltronado en el puesto desde hace casi treinta años, y acusado de corrupto, decidió que sería conveniente cortar al tráfico indefinidamente su calle principal: Carrera del Escultor Estévez. Puso una valla amarilla y se dispuso para, cual experimento urbano o más bien entretenimiento con el ciudadano, ver qué pasaba. Siete meses después, decidió volverla abrir al tráfico rodado, después de las protestas de muchos comerciantes de la zona, afectados por el descenso en ventas.

Macro centros comerciales en el municipio
La controversia sobre la pertinencia del cierre al tráfico de esta calle se avivó desde el mismo momento en el que se tomó la primera decisión y la crispación se elevó a partir de la segunda. No obstante, por una parte, el descenso de las ventas, la pérdida de poder adquisitivo y el cierre de los comercios, lleva ya algunos años acelerándose a un ritmo cada vez más veloz. Por otra parte, la movilidad en el municipio es un asunto irresuelto desde hace décadas, con una orografía difícil y un transporte público vergonzoso. Y, por ambas, durante estas tres décadas de régimen esperpéntico de Coalición Canaria en el Ayuntamiento, jamás se ha diseñado ninguna clase de plan para incentivar el comercio local, ni iniciativa alguna por establecer un servicio público de transporte eficiente y asequible, ni ninguna propuesta para rentabilizar y socializar el rédito del potencial económico y turístico de tanto el entorno urbano, como rural y natural del municipio y la comarca. En cambio, las acciones más resaltables de esta Corporación tienen más que ver con la construcción de dos macro centros comerciales que ya sabíamos que acabaría con el comercio de los pueblos de su entorno, un plan de ordenación urbana que pretendía doblar la población acabando con el valor rural de unas de las tierras más fértiles de Canarias, tratar de construir una vía diagonal de tráfico rodado que deterioraría gran parte del casco histórico, el derribo de uno de los dos teatros del pueblo, la inauguración de una micro Universidad privada económicamente a la ciudadanía orotavense, la intención de urbanizar El Rincón, y un largo etcétera de disparates.

La cuestión, bajo mi punto de vista, no es si se debe o no cerrar una calle, ni cuántas decisiones estúpidas se han tomado o pretendido (paradas por la acción judicial o ciudadana), ni por qué tantos ciudadanos han seguido confiando en estos tuertos. El interrogante más interesante es por qué las decisiones son una exclusiva de un grupo concreto con carta blanca de cuatro en cuatro años. Miles de villeras y villeros serían capaces de dar soluciones interesantes e infinitamente más coherentes de las que han aportado hasta ahora los concejales gobernantes y la muchos de los opositores a la mayoría de las deficiencias del municipio. En cambio, el monopolio de los debates lo ostentan 21 miembros del Pleno municipal y las decisiones, poco más de la mitad. Cosas de la democracia insuficiente y anacrónica: los tuertos dominan, creando cada vez más ciegos, excluyendo a los tan solo bizcos y despreciando las visiones más genuinas.