sábado, 14 de abril de 2012

14 de abril

En el año 2012 no se necesitan muchos argumentos para justificar que el jefe de nuestra nación no debiera ser un señor con derechos de linaje. En un país que pretende mirar por encima del hombro a las monarquías árabes, a pesar de nuestra inferioridad económica, no se debiera presumir de igualdades, si, como en ellos, existen familias con privilegios por ley. En un Estado del siglo XXI que pretende abanderar los derechos humanos y la democracia por el mundo es vergonzante que se rija por una monarquía de dudosa legitimidad, recolocada por el dictador Franco y confirmada en una Constitución votada como un menú de boda, sin derecho a cambiar ningún ingrediente. No es ejemplar, no nos enseña más que a vivir en una especie de servilismo enmascarado, donde los apellidos pesan más que las ideas, las palabras y el trabajo. No nos hace ningún bien, no mejora el escenario para generaciones futuras, y no nos muestra más que en un país con un puñado de privilegiados, de entre ellos resaltan unos, de caras poco ilustrativas, de secretos protegidos y de cotarros arbitrariamente repartidos. Ya es hora de dejar bien claro que no nos gusta la pinta que sigue teniendo la España posfranquista. Aún nos falta algo,... si no mucho.

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